Misión

La Misión de Dios


La buena nueva del evangelio es que el Dios trino—Padre, Hijo y Espíritu Santo—crea, redime, sostiene, gobierna y transforma todas las cosas y todas las personas. Este único Dios viviente, dice la Escritura, liberó de la opresión al pueblo de Israel e hizo pacto para ser su Dios. Por medio del poder del Espíritu, este único Dios se encarna en Jesucristo, quien vino a vivir en el mundo, a morir por el mundo y a resucitar a una vida nueva. El evangelio de Jesucristo anuncia la proximidad del reino de Dios, trayendo buenas nuevas a todas las personas empobrecidas, la vista a todas las ciegas, la libertad a todas las oprimidas, y proclamando el favor del Señor hacia toda la creación.

La misión de Dios en Cristo da forma y sustancia a la vida y al trabajo de la Iglesia. En Cristo, la Iglesia participa en la misión de Dios para la transformación de la creación y la humanidad proclamando a todas las personas las buenas nuevas del amor de Dios, ofreciendo a todas las personas la gracia de Dios en la fuente y en la mesa, y llamando a todas las personas al discipulado en Cristo. Los seres humanos no tienen una meta más alta en la vida que glorificar y gozar de Dios ahora y siempre, viviendo en un pacto de compañerismo con Dios y participando de la misión de Dios.

Jesucristo es la cabeza de la Iglesia

La autoridad de Cristo
Dios Todopoderoso, quien resucitó a Cristo de la muerte y lo puso por encima de todo reino y autoridad, le ha dado a Él todo poder en los cielos y en la tierra, no tan sólo en esta era sino en la que ha de venir. Dios ha puesto todas las cosas bajo el señorío de Jesucristo y ha hecho a Cristo la cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo. La vida y la misión de la Iglesia son una participación gozosa en la vida y obra continua de Cristo.

Cristo llama y capacita a la Iglesia
Cristo llama a la Iglesia a existir, proveyéndole de todo lo necesario para su misión en el mundo, para su santificación y para su servicio a Dios. Cristo está presente con la iglesia tanto en espíritu como en palabra. Sólo Cristo gobierna, llama, enseña, y utiliza a la Iglesia según su voluntad.

Cristo le da vida a la Iglesia
Cristo le da a la Iglesia su fe y vida, su unidad y misión, su orden y disciplina. La Escritura nos enseña acerca de la voluntad de Cristo para la Iglesia, la cual debe ser obedecida. En la adoración y en el servicio a Dios, y en el gobierno de la Iglesia, los asuntos deben ser ordenados de acuerdo a la Palabra por la razón y el buen juicio, y bajo la dirección del Espíritu Santo.

Cristo es la esperanza de la Iglesia
Al afirmar con la comunidad cristiana primitiva que Jesús es el Señor, la Iglesia confiesa que Él es su esperanza y que la Iglesia, como cuerpo de Cristo, está sujeta a su autoridad y, por tanto, libre para vivir en la realidad viva y alegre de la gracia de Dios.                                                  

Cristo es la base de la Iglesia
Toda la plenitud de Dios se complació en vivir en Cristo, y por medio de Cristo, Dios reconcilió todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz (Colosenses 1:19–20). Por tanto, en el nombre de Cristo, la Iglesia es enviada a dar testimonio de las buenas nuevas de reconciliación con Dios, con todas las personas y con toda la creación. En Cristo, la Iglesia recibe su verdad y llamado, su santidad y unidad.

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